Nos gustan los Cuentos

Invitación a los cuentos.

Intentaba yo buscar la manera de convencer a un buen cliente y gran lector para que se iniciase en la lectura de cuentos y relatos. Le hablaba de autores renombrados, de cuentos famosos, del placer de la lectura breve… Sí, sí, decía, pero es que a mí un cuento no me dice nada, me sabe a poco. Entonces, di la batalla por perdida y supe que no le ganaría para la causa.

Porque entonces me acordé de cuando yo leía también novelas y nada más que novelas. Ni siquiera consideraba la posibilidad de llevarme un libro de relatos de la Biblioteca que frecuentaba o de una librería, antes de tener la mía. Es más, si rastreando entre las estanterías daba por casualidad con un volumen de narraciones breves, lo dejaba sin más, y creo que, como a mi cliente, nadie podría haberme convencido entonces de que aquello era una lectura de verdad, poco menos que entretenimiento sin demasiadas pretensiones, nada digno de ser realmente valorable.

Ahora casi me avergüenzo de reconocerlo.

Ahora que me he convertido en ávida lectora de cuentos y relatos; ahora que disfruto llenando esos escasos huecos de que dispongo con lecturas breves que tienen la singular capacidad de seguir bailando en mi cabeza durante el tiempo que luego dedico a las ineludibles tareas diarias; ahora que he descubierto (hace ya unos años) la intensidad que puede adquirir una historia con las palabras justas y bien dispuestas; la inquietud que puede provocar lo no escrito, lo no contado; y, por supuesto, lo que nos cuentan: detalles, momentos de una vida, un encuentro, un desencuentro, un pensamiento, un sueño, un deseo, un sufrimiento, una alegría, un temor, una anécdota… en fin, todo lo pequeño, lo episódico que conforma una vida, que no es otra cosa que una narración larga donde lo que cuenta al final es la suma de lo minúsculo que, a veces, ni siquiera consideramos digno de mención.

Es difícil persuadir a alguien con palabras para que se inicie en el placer de leer cuentos. Los placeres se descubren y se saborean y, para eso, hay que probar. Es la única manera; dejarse atrapar por una historia, y luego por otra, y por otra; y disfrutar una vez, y otra, y otra, así hasta que, sin darse cuenta, uno advierte que ya no puede vivir sin tener cerca un cuento que leer.

Sólo invito a probar. Lean un cuento y otro más, a este autor y a aquel otro. Hay muchos cuentos y muchos autores que los escriben.

Luego, ya me dirán

Olivia Lahoya, Librería Estudio (Miranda de Ebro)

Librería Estudio (Miranda de Ebro)