Mircea Cărtărescu, Premio Formentor 2018

Si el escritor rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) es un escritor incómodo es principalmente porque su literatura deja en muy mal lugar casi toda la que publican casi todos sus contemporáneos. Cuando uno lee cualquier fragmento de su majestuosa y bellísima novela Solenoide o, ahora, las primeras páginas de El ala izquierda, recién publicado por Impedimenta, […]

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Si el escritor rumano Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) es un escritor incómodo es principalmente porque su literatura deja en muy mal lugar casi toda la que publican casi todos sus contemporáneos. Cuando uno lee cualquier fragmento de su majestuosa y bellísima novela Solenoide o, ahora, las primeras páginas de El ala izquierda, recién publicado por Impedimenta, siente un poco lo mismo que cuando se veía correr a Usain Bolt: algo simplemente insultante, y que conste que para nada compartimos esa tendencia general a asistir a las cosas de la literatura con espíritu competitivo, comparativo, o con afán de establecer ránkings: nosotros lo disfrutamos todo, y no olvidamos aquel adagio quijotesco que afirma sabiamente que “no hay libro tan malo que no traiga algo bueno”. Pero es que la grandeza de alguna de sus principales gestas literarias es como de otro tiempo, de un mundo en que la gente reclamaba catedrales y no microescritura o anécdotas triviales convertidas rápidamente en novela, aunque la sensibilidad que refleja en sus páginas sí que es la propia de nuestros días, un mundo herido por las falsas expectativas pero también espoleado por la pobreza, impulsado por su propio pesimismo de fondo, su destellante sentido de la fatalidad, su glorioso sufrimiento, una amargura en la que sin embargo habitan ángeles extrañamente protectores. De la conjunción de esas dos impresiones (esto es, 1: que la ambición de su obra es evidentemente superior a la de la mayoría, y 2: que escribe muy apegado a la melodía filosófica actual, actualizando mitos y revelando secretos colectivos de hoy mismo o que explican nuestro presente) se concluye sin mucho esfuerzo que se trata de uno de los mejores narradores vivos, y eso explica a su vez que desde hace varios libros ande, etapa a etapa, paso a paso, peregrinando por lo que podríamos llamar “el camino de Estocolmo”.

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Pero esa incomodidad de la que hablábamos en la primera línea es también textual. En algún lugar, hablando de sus propios cuentos, Edgar Allan Poe prevenía a los lectores avisándoles de que tuvieran cuidado con los libros que meten en su casa, porque a veces quitan la paz para siempre. Pues bien: mucho cuidadito con Mircea Cărtărescu, porque si se le empieza a leer se accede a un mundo luminoso pero desasosegante, refulgente o, sí, literalmente Cegador (que tal es el título de la trilogía que ahora ha comenzado a publicarse en español, siempre con la pulcra intermediación de Marian Ochoa de Eribe).

Hoy está en Mallorca para recibir en Port de Pollença (exactamente el mismo lugar donde comienza El rey recibe, la nueva novela de Eduardo Mendoza) el prestigioso Premio Formentor, entregado por la Fundación Santillana, y se une así a una lista difícilmente contestable (aunque hasta ahora exclusivamente masculina…) en la que ya figuran Ricardo Piglia, Javier Marías, Carlos Fuentes, Enrique Vila-Matas, Juan Goytisolo, Roberto Calasso y Alberto Manguel. La verdad es que nuestro escritor debería empezar a pensar en comprarse una casa en España, dada la frecuencia con la que viene (fue quien abrió la última Feria del Libro de Madrid, dedicada a Rumanía), lo cual al cabo da cuenta de algo que nos hace felices: el aumento del número de lectores entre nosotros, el creciente prestigio de su literatura, el clamor por una obra viva y en marcha a la que los lectores del futuro tendrán que volver si quieren enterarse de qué nos pasaba (y qué pasaba por nuestras cabezas) a comienzos de este siglo.

Aprovechando esta nueva visita, Cărtărescu está de mini-gira: aparte de sus compromisos baleares, el martes 2 de octubre se presenta El ala izquierda en la librería Rafael Alberti de Madrid, y el miércoles 3 podrán escucharle los lectores de Bilbao en la Sala BBK. Que no pare la (enigmática) fiesta.

(La fotografía es de Cosmin Bambut)