"Ordesa", de Manuel Vilas

Ordesa

Ordesa

Vilas, Manuel

ISBN

978-84-204-3169-7

Editorial

ALFAGUARA

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La obra de Manuel Vilas, al menos desde que la reinició y casi rectificó en los poemas cruciales de El cielo, está construida sobre cierto exceso, y nunca ha sido necesario ser demasiado sagaz para percibir que tras lo excesivo se esconde casi siempre la fragilidad.
Muchas veces, al hablar sobre todo de sus libros de poemas, se ha aludido a la obra de Walt Whitman, dado que Vilas estaría llevando a cabo una especie de actualización contemporánea de ese proyecto totalizador, voluptuoso, enérgico y celebrativo del americano, y ahora, leyendo Ordesa, es difícil no acordarse también de las Hojas de Hierba, cuando al frente del libro, casi a modo de pórtico, se lee aquel tremendo “Quien toca este libro toca a un hombre”, porque lo que leemos aquí es una suerte de striptease sentimental, un abrise en canal para, sin renunciar en cierto modo al exceso, mostrar toda esa fragilidad escondida, enmascarada, semioculta. En la obra de Vilas la carcajada está muy cerca de la conmoción, el humor y el horror son más hermanos que nunca, pero jamás había llegado tan lejos en ese camino como en este último libro, realmente portentoso en muchas de sus páginas, deliberadamente demencial en otras y siempre seductor, adictivo, poderoso.
Es apabullante el esfuerzo que Manuel Vilas ha hecho por entender a sus padres (y con ellos a toda su familia, tanto ancestros como descendientes). Creo que todos los que lo somos anhelamos y a la vez tememos algo así, esto es, que nuestros hijos se detengan a recordar, pensar y analizar lo que hicimos, tratando de comprendernos y de salvarnos. Vilas es mucho más generoso con sus seres queridos que consigo mismo, y sólo para sí mismo tiene reproches, o al menos reproches serios. Pero ha sabido escribir esta particular saga familiar sin patetismo, y sin que tanta y tan extrema confidencialidad incomode. Vilas posee el don de tratar temas realmente trascendentes con un humor basado en una solemnidad postiza que, sin embargo, es en el fondo genuina. El cómo se dice es irónico, por hiperbólico y exaltado, pero lo que se dice es algo bien sentido. Que se recurra a lo cósmico o lo pseudo-teológico para tratar temas menudos, domésticos, cotidianos, es automáticamente cómico (aparte de realmente divertido, en el caso de este autor), pero es un recurso de la timidez porque Vilas no quiere hacer chistes, ni siquiera hacer reír, sino expresar una forma de ver la vida que  es tan sublime como terrible, una “filosofía” intensa y temerosa, dichosa pero fatalista. “Las ganas de vivir siempre son confusas: comienzan con un estallido de alegría y acaban en un espectáculo de vulgaridad. Somos vulgares, y quien no reconozca su vulgaridad es aún más vulgar”.
Los lectores de Vilas saben de qué estamos hablando, y van a encontrar en Ordesa un verdadero banquete, tal vez definitivo. Es lo de siempre, pero aún mejor, por tratar temas más graves e íntimos, más personales y acuciantes. El cariño de los muertos, las patrañas de la memoria, el prosaísmo social de España… El mundo de Vilas, condensado aquí pero a la vez expandido, desbocado, irresistible.

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