"Los treinta apellidos", de Benjamín Prado

Los treinta apellidos (Los casos de Juan Urbano 4)

Los treinta apellidos (Los casos de Juan Urbano 4)

Prado, Benjamín

ISBN

978-84-204-3460-5

Editorial

ALFAGUARA

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Cuatro años después de su anterior novela, Ajuste de cuentas (tiempo de total fiabilidad para los libreros, pues el autor se toma su tiempo en escribirlos, están muy trabajados y está fuera de esas prisas editoriales que a veces no son buenas), Benjamín Prado publica Los treinta apellidos, su última novela protagonizada por Juan Urbano (la cuarta en la serie de diez que tiene prevista el autor y que con total seguridad, conociendo su constancia y tenacidad, llevará a cabo) y pese a mi debilidad por Mala gente que camina -porque fue la primera novela que leí de Benjamín, y por lo que cuenta en ella-, entiendo que Los treinta apellidos es hasta el momento su mejor libro, se lee de un tirón, te atrapa desde las primeras líneas y es una novela que mezcla géneros, pues es de aventuras, surcan sus páginas piratas de todo tipo, también es negra o policial puesto que hay una investigación e incluso una mujer fatal, e histórica porque relata una parte muy oscura y bastante desconocida del pasado español en las colonias y en África. Tiene acción, suspense, amor, muerte, traiciones, ironía, erotismo y mucha aventura, que es la que vive Juan Urbano, quien acaba de pasar de ser un testigo protegido al que la mafia rusa podría haber eliminado por su testimonio, a volver a convertirse en el ciudadano anónimo, profesor de Literatura y escritor de biografías que recupera su normalidad. Justo cuando toma esa decisión, mientras está en el Masnou, en Barcelona, conoce en una noche de celebración a un hombre de buena familia y amanece en su casa, un palacete en la zona noble barcelonesa. Lluís Espriu y Quiroga le propone averiguar en Cuba el destino de los descendientes que su tatarabuelo, Joan Maristany dejó en La Habana, donde tuvo una hija que nadie nunca quiso reconocer…
Ahí empieza la trepidante aventura de Juan Urbano, un personaje al que hemos visto evolucionar en estos años, menos cínico y más comprometido, ahora incluso dispuesto a arriesgarlo todo. Acompañado de Mónica Grandes, emprende un viaje de descubrimientos y sorpresas en este periplo en el que conoceremos la historia de negreros, esclavistas y piratas del mar y los negocios, en un deambular tremendamente entretenido y didáctico que se asoma a los orígenes truculentos de las grandes fortunas de este país, con familias gallegas y catalanas protagonistas y unidas por la codicia, en una novela llena también de guiños a los escritores clásicos del mar y los piratas como Stevenson, Verne, Salgari y el propio Joseph Conrad, al que el autor homenajea, como si estuviésemos en El corazón de las tinieblas con una descripción de cómo estas familias españolas daban caza a africanos para llevarlos a Cuba a trabajar de esclavos en las plantaciones de azúcar.
Estas fortunas nacen con la inversión en astilleros catalanes y gallegos y luego la primera línea férrea en España en 1848, un negocio muy lucrativo que supieron mantener después en connivencia con el franquismo y los nacionalismos según sus propios intereses y que han evolucionado actualmente hacia otro tipo de colonialismo con sus corporaciones agroquímicas y de transgénicos, auténticos emporios maquillados en los países del tercer mundo.
Es Los treinta apellidos un libro que te enseña y te entretiene y que te sigue hablando una vez leído.
Ofrecemos un extracto del libro:
“En España, el golpe de Estado lo pagó el banquero Juan March, que les puso mil millones de pesetas a los sublevados encima de la mesa; en Alemania, el nazismo, el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial se pusieron en marcha, en Berlín, en 1933, en el Reichstag, en una reunión entre Hitler y los dueños de Opel, Bayer, Telefunken, Agfa, Siemens y Krupp: ellos le financiaron su ascenso al poder. Y tu amigo Joan Maristany era de esa cuerda y le habrá transmitido su forma de ver las cosas a sus descendientes. Son personas cuya idea de la evolución se basa en condenar a otros pueblos al subdesarrollo; que comen en platos de porcelana de Meissen lo que le quitan de la boca a los pobres; se llevan las materias primas, destruyen el arte indígena y la naturaleza, y lo poco que sobrevive lo exponen en museos y jardines zoológicos… Que en nuestro siglo aún exista la abominación de los safaris lo explica todo, que también en ese mercado del ocio las personas son parte del espectáculo, seres pintorescos o simples animales insólitos, como los leopardos, las cebras, los antílopes o los leones”. 

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