Refugios

Después de expresar nuestros mejores deseos al brindar, renovar las buenas intenciones y hacer depositario al año nuevo de esperanzas varias, toca enfrentarle con el ánimo en su nivel más alto, por si acaso éste fuera desmoronándose a medida que pasen los meses y vayamos desgastando un año más de incertidumbres y desconsuelos.

No queremos, no obstante, que nos abandone cualquier rastro de optimismo y puestos a ser, no pesimistas sino precavidos, aconsejo que nos armemos con buenas lecturas que, aunque no solucionen nada en este mundo casi surrealista, a veces absurdo que habitamos, sí sirven de acompañamiento, de refugio, de escaqueo especialmente necesario para nuestra salud mental. Lecturas que pueden resultar más tangibles, alentadoras y serenas que esta realidad tan dispersa y desazonadora.

Vamos a regalarnos tiempos muertos de vez en cuando; robémoslos al vértigo y la velocidad diarias, momentos breves, intensos, reparadores. Demos tiempo a la lectura hasta hacer de ella ese hábito rutinario del que no podamos prescindir. Tiempos que se convertirán en vitales para nuestra existencia, que nos insuflarán la energía necesaria para salir ahí fuera y enfrentar el mundo de otra manera. Inmersos en el inevitable ruido de una vida ajetreada, tendremos el consuelo de un refugio acogedor, un reposo a la vez balsámico y estimulante; ese es el inmenso poder de las palabras, de las historias que conmueven, sorprenden, atrapan y evaden durante unas cuantas páginas, durante unos instantes vividos entre paréntesis. Somos lectores que disfrutan la lectura y nos sentimos muy afortunados, porque siempre y a pesar de todo, nos quedarán los libros.

Olivia Lahoya, Librería Estudio, Miranda de Ebro (Burgos).

Mujer leyendo, Jean-Honoré Fragonard