Entrevistas

Pilar Adón: “Como narradora, elijo mi propio lenguaje con el que imaginar y mostrar lo que me interesa”

Pilar Adón publica, presenta y defiende la excelente novela “De bestias y aves”, otra incursión inesperada pero radical en un ámbito bastante primitivo,

Se entra en las novelas de Pilar Adón igual que se penetra en la maleza. Ir pasando las páginas es meterse “más adentro en la espesura”, y no sólo pos sus paisajes, siempre muy cercanos a lo natural (o muy incrustados en ellos), sino por el espíritu, por la mirada, por el estilo, claro y frondoso a la vez.

En los relatos de Adón sucede cíclicamente lo que en el poema de Emily Dickinson: “Por el jardín caminan nuevos pies / y nuevos dedos hurgan en la hierba”… Así ocurría, de un modo extremo, en Las efímeras, y quien haya leído Eterno amor sabe, además, que la autora, llegado el caso, puede lanzarse de cabeza a lo fantástico con alegre solvencia. Mientras esperamos con impaciencia algún otro libro suyo de poemas (el penúltimo, Las órdenes, obtuvo el Premio de Poesía del Gremio de Librerías de Madrid), ahora publica, presenta y defiende la excelente novela De bestias y aves, otra incursión inesperada pero radical en un ámbito bastante primitivo, aunque rígido, y hemos quedado con Pilar Adón para hablar sobre ese nuevo título, y hacerlo sin desvelar nada de sus secretos, pero con cierta profundidad.

PREGUNTA: ¿Por qué has querido que Coro, la protagonista, sea pintora? ¿Su carácter de artista condiciona su mirada o su modo de vivir lo que le pasa al llegar a Betania?

RESPUESTA: Coro dibuja plantas y está acostumbrada a detenerse en cada detalle para fijarlo en sus trabajos. Su manera de entender la realidad consiste en observarlo todo muy de cerca, así que se asombra cuando eleva los ojos y se da cuenta de que hay más vida alrededor. A ella le cuesta tener una visión amplia de lo que la rodea, el conjunto, y así lo dice cuando se encuentra frente a una naturaleza abierta que se despliega ante ella sin aparecer dividida en fragmentos; una naturaleza que no se le va entregando en partes para que ella pueda ir asumiéndola. No da con una manera rápida de sistematizarla ni de medirla, lo que la aterra. Cuando empieza la novela, Coro está agotada. Tanto que le tiene miedo a su propia obra, a los retratos de su hermana que ella misma ha pintado, y quiere deshacerse de ellos. Decide irse de su casa y empieza a conducir para liberarse de todo, de cualquier atadura, en un acto de lo que a ella le parece la máxima rebelión y la máxima liberación.

P: Coro tiene a veces reacciones extrañas, como, por ejemplo, su seguridad absoluta de que Tobías ha aparecido para rescatarla. ¿Es una mujer marcada, o incluso trastornada, por los motivos que se insinúan o por causas a las que no aludes?

R: Coro está marcada por la muerte de su hermana, y carga con la culpa de la superviviente. Se pregunta por qué una se quedó para siempre en el agua y la otra siguió respirando. Toda su vida, su trabajo, su manera de mirar y de reaccionar ante lo que le sucede, está condicionada por ese hecho, y su soledad en la novela se deriva de la soledad que dejó en ella su hermana al ahogarse. Cuando llega Tobías a la casa, ella está segura de que va a sacarla de allí porque no puede imaginar otra cosa. La idea que tiene de sí misma, la importancia que los demás la han otorgado como artista, no puede llevarla a ninguna otra conclusión: alguien tiene que preocuparse por ella y sacarla de allí, de un lugar en el que, en principio, no quiere estar. También a lo largo de la novela se irá desprendiendo de esa impresión de ser alguien importante, alguien de quien hay que cuidar.

P: A ti y a tu obra, inevitablemente, se os identifica inmediatamente con la naturaleza, pero con una naturaleza poco armónica. ¿Cuál es, exactamente, tu percepción de lo natural?

R – De continuo aprendizaje. Relaciono la naturaleza con mi padre, y antes me asombraba de todo con él, de cada planta que brotaba, de cada pájaro que migraba. Cuando comenzaba a salir la fruta. Ahora vemos que las hojas de los árboles cambian de color y empiezan a caer. Empezarán las lluvias (o debería) y los días serán más cortos. Todo se repite. Los cursos son los mismos año tras año, pero cada año vuelve a resultarnos todo fascinante. Y esa disposición al asombro, a la maravilla, es para mí sinónimo de bondad, de curiosidad, y me gusta mantenerla. No siempre coincidimos en todo, mi padre y yo. Cuando yo era pequeña no entendía que saliera de caza, por ejemplo. Y lo juzgaba por ello. Ahora estoy en una posición de aprendizaje continuo. Soy consciente de que, a pesar de lo que pueda saber a mis cincuenta años, no sé nada. Hace poco me dijeron que para que las peras maduren hay que meterlas en una caja con paja. O que el pájaro que me anidó en una tuya es un verderón. Yo no tenía ni idea.

P: Parece que también te sientes fascinada por las comunidades de mujeres, por mujeres que se organizan para vivir al margen, o al menos de un modo distinto, eficaz, casto, austero, laborioso…

R: Cuando yo era muy pequeña me encantaba que llegara la noche y que nos juntáramos en torno al fuego en invierno o en el patio en verano las mujeres que vivíamos en la casa de mi abuela, que éramos cuatro, y otras mujeres que se nos unían: mi mejor amiga, alguna hermana de ella, primas, tías… Esos círculos de mujeres sin televisión, sin hombres, desinhibidas, constituían una fuente inagotable de historias, leyendas, elucubraciones y confidencias. Las niñas estábamos ahí, y delante de nosotras contaban de todo, sin pensar que podrían escandalizarnos ni asustarnos ni frustrarnos. Imagino que de ahí viene mi interés por las comunidades de mujeres, que se relacionan como quieren entre ellas, y son divertidas y a veces no, fantasiosas y a veces despiadadas, pero verdaderas y apasionantes. Hasta que llegaban los hombres y todo cambiaba… Ni mejor ni peor: simplemente cambiaba. Quizá con esta explicación se entienda, de manera sencilla, quizá poco literaria y muy corriente, por qué en mis libros casi siempre llega un intruso que viene a alterarlo todo.

P – No vamos a preguntarte cuáles son los parentescos de las mujeres de De bestias y aves, o quién es la madre de esa niña, o… Sólo tenemos una gran curiosidad por saber si tú lo sabes. Es decir: ¿tú tienes más información sobre tus criaturas de la que nos transmites directa o indirectamente? 

R: Sí. No creo que ningún escritor se lance a escribir un texto largo o corto sin tener todos los datos, las características físicas, las relaciones familiares y biográficas de quienes está hablando. Si es complicado organizar una historia cuando se tienen los datos, no quiero ni imaginar lo que ha de ser si no se tienen.

P: ¿Por qué los personajes se llaman Coro Mae, Missa Tita, Tobías Mos, Tresa, Catina…? ¿Por qué no Pilar, Ana, Jordi, Pablo?… ¿Es un modo de hacer más indeterminado el espacio donde ocurre todo?

R: Cómo se van a llamar los personajes es una de las primeras decisiones que tomo al escribir una novela o un relato. Los nombres quedan vinculados al carácter de los personajes, a sus rasgos físicos, a su pasado y a lo que van a hacer. En esta novela, la comunidad de mujeres a la que llega la protagonista es cerrada, y podríamos pensar que al integrarse en ella todas se han dado nuevos nombres a sí mismas para iniciar una nueva vida, dejando atrás la anterior, la que tenían antes de entrar en Betania, algo que sucede en muchas comunidades cerradas. Supone un cierto renacimiento. En cualquier caso, Magdalena, Rebeca, Gloria o Tobías me parecen nombres bastante habituales.

P: ¿Condiciona tu narrativa tu carácter de poeta?

R – En la poesía se rompe el sentido de las palabras, se desmigaja el discurso. Se desintegra. Se usan las palabras siguiendo vínculos privados del poeta. Por eso se suele decir que el poeta crea su propio lenguaje. Su propio idioma. Su forma particular de nombrar las cosas, conformando así una realidad nueva y personal. En la narrativa el lenguaje queda más vinculado a la historia, pero creo que puedo decir que nunca he buscado especialmente poner el acento en la trama de mis piezas en prosa. No es lo que más me interesa, por mucho que busque, como es lógico, que sea coherente, orgánica, que esté viva. Gracias a la poesía mi lenguaje narrativo se ha ido desnudando. Se ha ido haciendo más preciso. Elegir la palabra exacta, depurada, ha pasado a ser esencial tanto en narrativa como en poesía. De modo que ahora podría decir también que como narradora elijo mi propio lenguaje con el que imaginar y mostrar los territorios que me interesan.

P: Y, por último, ¿qué libros, de los que has leído últimamente, nos recomendarías con más entusiasmo? ¿Qué lecturas recientes te han emocionado?

R: Hace un tiempo descubrí la literatura de Jon Fosse, y voy leyéndolo con calma. Casi siempre tengo varios libros abiertos a la vez. Además de lo que leo por pura elección, leo bastante en inglés para la editorial Impedimenta, así que digamos que me he acostumbrado a tener distintas historias abiertas a la vez. Me gustan mucho Gerald Murnane y Patrick White. Ahora estoy leyendo El Reino, de Emmanuel Carrère, y La familia, de Sara Mesa.

 

 

 

[Preguntas y fotografía de Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan’]