"Cuaderno de faros" de Jazmina Barrera

Cuaderno de faros

Cuaderno de faros

Barrera Velázquez, Jazmina

ISBN

978-84-17386-19-1

Editorial

Pepitas de calabaza

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Qué formidable sorpresa nos hemos llevado al recorrer este Cuaderno de faros de la mexicana Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988). La sencillez del título o la acogedora simpatía de la edición de Pepitas de Calabaza podrían hacer pensar en una lectura simplemente agradable, bonita pero acaso leve, un entretenimiento trivial o una reivindicación de las evocaciones… y lo cierto es que es agradable, bonita y reivindicativa, sí, pero no precisamente fácil, y está llena de informaciones pertinentes, alta cultura y profundidad filosófica. Barrera no se ha quedado en el aspecto de los faros sino que ha conseguido rascar en sus ladrillos, penetrar la estructura.

Veamos: el libro está dividido en seis capítulos de diferente extensión (desde las seis páginas hasta las treinta), y en cada uno de ellos, en principio, se habla sobre un faro. Pero sólo en principio, porque a veces se tarda mucho en llegar hasta el edificio en cuestión, y a veces nunca se llega, y lo que envuelve a la visita o al retrato son entonces explicaciones generales sobre faros, fareros, navegaciones, ballenas, naufragios y leyendas, pero también digresiones sublimes sobre el frío, sobre coleccionismo, sobre pájaros o sobre la mismísima luz. En ese sentido recuerda un poco al espíritu de los libros de Philip Hoare (cuyo El mar interior cita Barrera), aunque el estilo, conciso, fragmentario, certero, nos ha recordado nítidamente al que Valeria Luiselli (otra mexicana en Nueva York) desplegó en sus Papeles falsos.

Hay mucha literatura en este cuaderno, y a las previsibles alusiones a Al faro de Woolf, El faro del fin del mundo de Verne o el incompleto cuento “El faro” de Edgar Allan Poe (para el que Barrera propone un plausible desenlace) se añade más bibliografía en español, como “El soliloquio del farero” de Luis Cernuda (de la serie “Invocaciones, de La realidad y el deseo), El faro por dentro de Menchu Gutiérrez o El faro del fin del Hudson de Antonio Muñoz Molina. Aparte, por supuesto, desde Homero a Berger, Quignard o el Más afuera de Franzen, pasando por Walter Scott, Melville o Stevenson… Y nos ha alegrado especialmente la mención a la preciosa nouvelle Montauk, de Max Frisch (a la que Ramon Saizarbitoria homenajeó también en esa otra obra maestra titulada Martutene).

Los faros son los dedos de la tierra, los apéndices que los humanos de la estabilidad han construido para auxiliar a los humanos del agua. Están, dice Barrera, “entre la civilización y la naturaleza: se construyen sobre las rocas, con las rocas, junto al agua y entre tormentas”… Somos muchos los que compartimos con Jazmina Barrera esa fijación por los faros (“la obsesión es un coleccionismo de la mente”, dice ella), y es algo natural, pues al cabo el objetivo del faro es atraer, proteger, salvar, guiarnos. Los faros y los libros tienen mucho que ver. Están hechos de tiempo y son sólo un principio, algo que apunta a más allá, que mira lejos, que arroja luz hacia lo desconocido, hacia lo inhóspito… Que existan tantos libros sobre faros es algo natural: son dos de las mejores cosas que existen en la realidad, porque la elevan, hacen poético lo prosaico, son definitivos y rotundos y a la vez señalan hacia otro lado. Y no permiten que te conformes con ellos.

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