Xordica, veinte años de buena literatura

Cuando recordamos cómo era el mundo en 1994, sin internet ni correo electrónico, con las llamadas telefónicas carísimas y con el fax como tecnología punta, no somos capaces de imaginar cómo debieron ser los inicios de Xordica: una editorial nueva, independiente y con su sede en Zaragoza, lejos de los circuitos literarios tan fuertemente establecidos […]

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Cuando recordamos cómo era el mundo en 1994, sin internet ni correo electrónico, con las llamadas telefónicas carísimas y con el fax como tecnología punta, no somos capaces de imaginar cómo debieron ser los inicios de Xordica: una editorial nueva, independiente y con su sede en Zaragoza, lejos de los circuitos literarios tan fuertemente establecidos entonces en Madrid y ­sobre todo­ en Barcelona. Parecía poco probable que ese proyecto, que puso en marcha Chusé Raúl Usón, sobreviviera más allá de lo que le durara el dinero que había invertido inicialmente.

Pero sucedió. Llegó el primer libro, «Treinta y cinco milímetros de Franco», de José Mª Latorre. Luego llegaron el segundo ­«Veneno en la boca» de Antón Castro­ y el tercero ­«Besos robados», de Luis Alegre. Y poco a poco, despacio pero con paso firme, Xordica (así, con en acento sobre la “i”) se fue convirtiendo en la editorial sólida y exquisita que es hoy. A esos primeros nombres pronto se unieron otros como Jesús Moncada, José Antonio Labordeta, Juan Perucho, David Trueba, Javier Tomeo, José Mª Conget, Ignacio Martínez de Pisón o Xosé Luis Méndez Ferrín. Y algo más tarde, Xordica empezó a incorporar nombres internacionales, como el estadounidense Sherman Alexie (National Book Award, el Premio Nacional de Literatura en EEUU), el portugués Gonçalo Tavares, el angoleño Ondjaki o el francés Jean Debernard, entre otros.

Su filosofía, desde el principio, fue publicar buena literatura y cuidar cada detalle de la edición para que la lectura fuera lo más placentera posible. Una de las cualidades que debe tener un buen editor es la capacidad de descubrir autores y de apostar por nombres que no están avalados por una trayectoria anterior. Xordica, desde el principio, se ha arriesgado a publicar nuevos nombres, escritores jóvenes con talento. En este sello han aparecido los primeros libros de autores como Cristina Grande, Daniel Gascón o Julio José Ordovás, que posteriormente dieron el salto a editoriales como RBA, Literatura Random House o Anagrama.

En estos veinte años, Xordica ha creado un catálogo repleto de pequeñas joyas. En él se pueden encontrar libros emotivos y sobrecogedores, como «Piedad» de Miguel Mena; libros luminosos como los «Pequeñas historias de la calle Saint-Nicolas», de Line Amselem; libros llenos de erudición y saber, como «La vida de los libros» de José Luis Melero; libros de cuentos afilados como cuchillos, como «Trescientos días de sol», de Ismael Grasa; libros hermosos que vuelven a la cabeza una y otra vez, como «Óxido», de Lara López; libros que abordan el sentimiento de pertenencia a un territorio, como «Los castellanos» de Jordi Puntí; libros que hacen llorar de risa, como «Una familia normal» de Santiago Gascón; libros que hablan de la familia y del paso a la madurez, como «Ropa tendida» de Eva Puyó (que se acaba de reeditar); y muchos otros libros que no caben aquí pero que están a la altura de los anteriores. Xordica Editorial cumple veinte años y quienes disfrutamos con la buena literatura estamos de enhorabuena. Sólo nos queda desearle otros veinte años de buenos libros y agradecer a Raúl Usón que nos permita disfrutarlos con él.