"La chica de ojos verdes" de Edna O'Brien

La chica de ojos verdes

La chica de ojos verdes

O'Brien, Edna

ISBN

978-84-15217-65-7

Editorial

Errata Naturae Editores

Donde comprarlo

Recomendar la obra de una autora que ha sido elogiada por escritores de la talla de Alice Munro o Philip Roth es, probablemente, innecesario. Sin embargo, como librera y sobre todo como lectora, no me resisto a la recomendación apasionada de la obra de Edna O’Brien que, con traducción de Regina López Muñoz, ha publicado en nuestro país la editorial Errata Naturae.

Cuando recibí en 2013 “Las chicas de campo” quedé fascinada y hablé en el blog de la librería de la experiencia ante la lectura de una obra de arte. Ahora, tras la degustación de “La chica de ojos verdes“, me declaro ferviente admiradora de la autora, de la traductora y de la editorial.

“La chica de ojos verdes” es la continuación de “Las chicas de campo” en tanto que las protagonistas son las mismas: Kate y Baba. Pero es, también, una magnífica novela independiente que no requiere de la lectura de la anterior. Al leer esta obra de lenguaje sencillo y preciso, a veces aparentemente simple, me sentí partícipe de las peripecias de las dos jóvenes, no por empatía con las situaciones vividas, sino porque la calidad narrativa es tal que quien lee siente que está viendo, viviendo incluso, lo leído.

Edna O’Brien se vale de un lenguaje sobrio y exacto con el que consigue dibujar a todos los personajes, a todos, con un enorme realismo. Las conversaciones, los pensamientos, las descripciones, están tan cuidadas, que se leen como si ya se conocieran, como si se estuviera allí, como si el vaso de whisky reposara sobre la mesa.

Al terminar la lectura, Kate (Caithleen) sigue a mi lado. Pienso en su futuro y comparto sus anhelos, deseo saber más de su vida de mujer adulta, sonrío intuyendo que seguirá leyendo y sabrá hacerse un hueco en la Irlanda machista que la rodea. Al terminar la lectura vuelvo a sentir que un buen libro es portador de muchas vidas. Al terminar la lectura me siento mucho más rica.

Izaskun Legarza, Librería de Mujeres de Canarias, Santa Cruz de Tenerife.

 

Han pasado dos años desde Las chicas de campo. Caithleen y Baba viven en una casa de huéspedes en Dublín, bajo la tutela de Joanna y Gustav, junto a otros y otras huéspedes temporales.

Influenciada por sus lecturas y por su amiga, Caithleen busca el amor “Los mejores hombres habitaban en los libros: hombres extraños, complejos, románticos, los que yo admiraba”. “Baba […] según ella, teníamos que conocer a gente nueva, diplomáticos y gente por el estilo. Era lo que yo más deseaba. Algunas mañanas me levantaba convencida de que ese día conocería a un hombre nuevo y encantador.”

Siempre bajo la influencia de Baba, Caithleen tiene como meta encontrar el amor verdadero. Un camino no exento de dificultades (como el machismo, el fanatismo religioso, el temor al qué dirán…) que – junto a su propia dependencia emocional – le llevarán a buscar otros objetivos, como el aprender a ser ella misma.

Nos describe una sociedad en la que las debilidades de los hombres están justificadas, pero no las de las mujeres. “[…] en el internado donde estudié, una monja nos leía historias de curas en las que les habían arrancado las uñas de los pies y monjas encerradas en cuartos oscuros infestados de ratas.”

Y, junto al miedo al infierno, al castigo divino, al pecado, impera el temor al qué dirán. “[…] un pueblo para los que divorciarse es peor que matar.”

Una novela llena de humor, amor, miedo, que concluye con una transformación de su protagonista, la chica de ojos verdes, que ha dejado de ser una chica de campo. “[…] hasta Baba se dio cuenta de lo mucho que he cambiado… lo que Baba no sabe es que por fin estoy aprendiendo a ser yo misma…”.

La autora, Edna O’Brien, no critica abiertamente la sociedad irlandesa de la época (la trama se sitúa en los años 60), si no que relata los hechos de tal manera que el lector o lectora pueda sacar sus propias conclusiones.

Rosa Pastor, Libros 28 (Sant Vicent del Raspeig, Alacant)


Edna O’Brien. (Foto: Sophia Evans para The Observer)

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